En sus años mozos intentó la aventura del toreo, donde llegó a participar en varias novilladas económicas.
Irradiaba afición y sabiduría taurómaca, y de ahí que tuvo un hijo matador de toros y figura consagrada del toreo a nivel mundial.
Su inagotable afición le llevó al mundo de la fotografía, siempre con su cámara en ristre.
También realizó labores de apoderamiento. Su mejor pupilo fue, después de su hijo César, el gaditano José María Soler, quien después de una alternativa de campanillas en Algeciras de manos de Juli y José Tomás, se hizo figura de los banderilleros.
Nuestro pésame al Maestro César Rincón, a toda su familia y a la Colombia Taurina que no atraviesa por su mejor momento en estas fechas. DEP
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